viernes, 20 de enero de 2012

Bajo las leyes aleatorias del delirio
bajo el azar que se agita en el destino
bajo un presente que despliega
su capullo eternamente

somos niños columpiándose
en las plazas infantiles
desde el tobogán de la certeza
hacia la zona de juegos desconocida





Valentino Terrén Toro

"Un algo"

Había una vez una vez, un algo, un algo siniestro y onírico.

Habías dos veces una vez, dos algos, un algo que le irritaba y le enervaba el otro algo senil y devastado.

Había tres veces dos veces, seis algos, aglomerados y apretaditos, intentando a empujones ocupar cómodamente las seis veces.

Había seis veces cinco veces, treinta algos, recontrasfixiados por la superpoblación, que empezaron a practicar canibalismo de algos.

Dos veces estaban tan repletas de algos que una vez devolvieron cinco algos de tan abrumadas que estaban una vez.

Una vez, un algo, triste de ser un algo más entre los treinta, decidió ser algo más ocho veces. Los otros veintinueve algos, recelosos, lo arrastraron hasta la plaza de la posibilidad y lo lincharon, reduciéndolo cinco veces más a un algo más diminuto del algo que era.



Guido Ondarts

lunes, 2 de enero de 2012

El arrojo hacia nuestro incierto

Tengo que dar un paso en el vacío. La incertidumbre es mi itinerario. Mi brújula es el presente en acto. El aire extranjero me conviene, lo conocido es asfixiante. Voy a ver que cara pongo cuando vea la cara de mi abismo sonriéndome. Respondo con una voz desconocida, una vibración que siempre fue el eco de mi vida: el corazón. Mis manos, sabias conocedoras de mí, me acompañan destapándome, desnudándome tiérnamente.
Me voy a ver que pasa conmigo. A vivirme o a morirme si así se supone.

Que los magos me despierten de este sueño maravilloso en decadencia, con sus engranajes oníricos oxidados, para despertar en ese mundo que vislumbro cuando escribo poesía, le doy un beso a una mujer perfumada, o alzo mi voz a la tierra.

Que los magos me despierten para no dormirme nunca.

                                                                                                                                                              
    .El infinito ha parido una galaxia de criaturas lumínicas que se han cruzado en mi sendero cósmico. La alegría y la serenidad han sido las huellas de mi caminar ingenuo. La risa se ha emborrachado de tanta diversión, y este año me ha derrochado una particular devoción.Parto hacia lo desconocido, hacia más allá del límite donde ya no hay límite posible. Parto hacia nuevas culturas, hacia nuevos horizontes, hacia hombres y mujeres que cocorean palabras extrañas, hacia humanos que formulan ideas distintas a las mías, hacia soles nostálgicos de tantas lunas perseguidas y nunca alcanzadas. Parto, y al decir estas sílabas, me parto a mi mismo, será un antes de este Guido y un después de este Guido. Parto para volver revitalizado.
Hasta pronto, incógnitas del ciberespacio...
Valentino Ondarts y Guido Terrén Toro

25 de enero de 1966, Potosí, Bolivia.

Una llama candente en el crepúsculo de la noche. Alrededor, la imponente cordillera Chichas que se sumergía en la oscuridad inhóspita de esa región ya olvidada del mundo. Yo tenía miedo. A cada paso que me alejaba del pueblo transcordillerano, cada vez más se helaba la sangre de mi corazón. La inclemencia del acto a cometer me hacia oír las voces de los mineros, con sus cascos de acero y sus clavijas de hierro, que alguna vez en un lejano pasado habían muerto intoxicados por la fiebre del oro. El mundo acabaría para mí esa noche. Tenia que ser esa, no podía ser otra. Aquel día, las campanillas de la alegría  habían tronado muy temprano en todo el pueblo boliviano despertando a las mareas humanas de sus catres, para asistir al festival de los desposeídos. Pan y circo para todos. Los frailes, con sus púrpuras túnicas ceñidas de oro, regalaban desde los balcones petacas llenas de vino y  pedazos de  carne ahumada a aquellas jaurías irracionales que coqueteaban vorazmente con la felicidad por un instante. Yo no podía  sepultar en el olvido la noche anterior. Y ahora debía lavar mis manos de toda culpa al consumar el hecho blasfemo. Arroje los huesos a la llama, y me quede toda la noche contemplando fijamente como el calor abrasador se encargaba de borrar de mi alma aquello que nunca fue, y que podría haber sido. Al reapuntar el sol en el horizonte, apague la fogata y partí rumbo a Oruro.

 Guido Ondarts.



Los estafé


Anoche entraron ladrones a mi casa. No me pidieron plata ni violencia ni objetos de valor, se llevaron otra cosa. Uno de los timadores me exigió que le entregara mis 22 años de experiencia en el mundo; naturalmente me negué. Cuando quise darme cuenta se habían afanado mi vida y me habían extirpado hasta la última pizca de memoria, perdí el caminar, el habla, y toda facultad racional. Estaba tumbado en el suelo en este cuerpo, con la experiencia y mentalidad de un recién nacido. Las cosas tenían una luminosidad peculiar, una trascendencia intrínseca que las rodeaba, todo era Vivencia. Realmente en esos momentos no entendía nada y fue exactamente ahí cuando comprendí el mundo.
Ahora mi cuerpo es el referente cósmico sobre el que inicio cada paso de la vida.

Ilusos ladrones...Me quitaron un error.

Valentino Terrén Toro