lunes, 19 de marzo de 2012

Aurora en Colonia

La búsqueda inicial que nace de la aurora desesperada es la búsqueda por hacer el amor en el crepúsculo.
El crepúsculo es la zona de apareamiento entre el día y la noche. El sol regula su intensidad para propiciar el encuentro amoroso, es creador de un ámbito romántico.
La luna quiere ejecutar el espacio nocturno para hundirse en un sexo desenfrenado con el gigante de fuego.

No me jodan con que los astros no cogen. Desde chico lo suponía. El espacio sideral es una orgía jugosa y perenne.

P/S: Stephen Hawking descubrió el fenómeno de las vaginas oscuras enormes sino me equivoco…O la teoría de los agujeros negros, claro.

Valentino Terrén Toro

lunes, 5 de marzo de 2012

"Los Calores"

Hace poco, en la línea del Ecuador, se juntaron todos los calores de la Tierra. Habían concurrido a la reunión una diversidad de especies de muy diferentes humores y densidades: estaban los calores de las ciudades, hermanados con la humedad en una pesadez agobiante; se hicieron presentes los calores montañosos, resecos en su afectividad por la aridez del valle. En patota cayeron los calores tropicales, provenientes de la Selva Amazónica, insoportables en su recorrido, susurrando secretos impenetrables, cerrando las gargantas de todos a su paso. Los calores oceánicos no faltaron al encuentro, con su barroco aullido de fatalidad inminente.
Y también estaban ellos, los calores diminutos, aquellos que nacen de una minúscula chispa en los boreales inviernos para proteger nuestros huesos de la gélida investida de los vientos glaciares. No piden mucho para seguir viviendo, solo un poco de cariño de vez en cuando y, a cambio, dan sin reservas. Al lado de ellos estaban los calores femeninos, internos, que siempre llegan a la cita uterina una vez al mes. Cuando se retrasan en su puntualidad, nos sentimos sobrecogidos por los calores de la preocupación, ante la futura hipotética paternidad.
Los calores se sentían molestos el uno al lado del otro; se agobiaban en su compañerismo, se sofocaban en su maltrato. Chorreando vapor, permanecían juntos en la espera de la mística presencia.
Desde su alumbramiento que no lo habían vuelto a ver. Algunos decían que de vez en cuando se asomaba por un inhóspito rincón del óvalo terráqueo para espiar el recorrido de sus crianzas. Mitologías de la destrucción anunciaban su muerte cercana; nadie quería creer que esa fuente de vida iba explotar algún día.
De repente, con su fulgor impoluto, se hace presente el Rey Sol, desterrando las sombras de los abismos. Su diáfana esencia levanta un remolino de exaltación en las huestes desordenadas. Los calores se pegaban codazos ante la incrédula aparición. Su padre, juez de la vida y la muerte, provocador de infinitas fotosíntesis, estaba ante ellos. Él, el de los cabellos de trigo, instigador de las flechas de Cupido, inigualable en su afán de derretir hasta el alma más endurecida.
Con voz de trueno y una afectividad de nácar, arrancó su monólogo de la extinción:
“Soy luz en un corazón de penumbra. Soy el incorrecto en un mundo de incorrectos. He parido una raza del derroche; pómulos de miel fueron mis primeros esbozos. Para los egipcios soy Amón Ra, para los griegos soy Apolo, para mi mismo, soy amor eterno que hace trizas hasta las penas más profundas. Irradio vitalidad con mis dedos de oro.  He vivido millones de años luz; mis ojos de fuego han derramado lágrimas magentas ante los genocidios inconfesables que han avistado.”
“Y mi pulpa se está secando. Las hienas del terror están mordiendo mis entrañas. De a poco, la negrura se va apoderando de mi franca claridad. Me estoy marchitando en la soledad de los abrazos desabridos. Ya los inviernos me resultan tortuosos; condensan icebergs en mis llamas más sinceras. Ya no aguanto más este tránsito inaudito de la frustración remembrada.”
“Y ella, que me da vuelta la cara con un desdén mutilante; que apenas me concede instantes efímeros de su augusta presencia. Ella, que me destrona de mi superioridad estelar con sus contoneos histéricos destinados a nunca concretarse. Sin embargo, no puedo soportar su desidia. Quiero rencontrarme con la Luna, mi amante esquiva. Quiero fundirme en su seno, para nunca más llorar mi luz, para nunca más reír mi sombra”.

Guido Ondarts

martes, 7 de febrero de 2012

Inversión metafísica

Esta mañana el sol despuntó desde una coordenada desconocida. Ni norte ni sur ni este ni oeste. Nació el alba con un enigma aterrador. La tierra fue exhalando una incierta claridad desde su superficie. Las luces iniciales emergieron bajo nuestros pies, en un claro y lento ascenso. El caso es que la naturaleza deliró. Sin ir más lejos el orgánico proceso dialéctico entre mi erguida imagen corpórea y su oscura sombra estampada contra el suelo se rompió. Fui arrasado por un proceso de inversión metafísica. Mi sombra asumió la esbelta posición vertical y mi cuerpo la derrumbada posición horizontal. Los roles naturales se transpusieron. Ya lo temían videntes y antiguos augures: el mundo está entrando en una cósmica psicosis. El nuevo papel existencial que desempeño es el servil trabajo de mi ex sombra: ser un vago reflejo impreso en el cemento que divaga según lo que a la tirana luz se la antoje hacer. Y esa sombra, esa maniática sombra que ya no es la mía sino la de Ella misma, ahora es una erecta y soberbia sombra que, despojada de su pasada cárcel solar, deambula libertariamente en actitud tridimensional.


Los días son extraños. Permanecer tumbado como la proyección biológica de una empinada silueta negra, no es nada grato. Más encima las negruzcas figuras adquirieron vida y hasta conversan de grises y opacos. La humanidad apuntalada en el piso sólo mira enmudecida la calidad del cielo y del techo.
En las noches cerradas, si la percepción me lo permite, sé que todas las sombras gozan de una sensación lisérgica: se fusionan con la nocturna penumbra del Todo. Y a mi anatómica planicie, a veces, en los desvelos de aquellas noches horizontales, le nace un apasionado y sensible deseo: ser también sombra en la total oscuridad.

Valentino Terrén Toro

“Carta de una madre desesperada a un hijo transgresor”


Perdóname, humano, por el pecado de mi soberbia. Tú me has elevado al reino de los cielos, y yo me he aprovechado de tu ingenuidad bienintencionada. Te has humillado ante mis encantos imperecederos, sin nunca desconfiar de mis falencias más oscuras. 
Con este predica, no quiero subestimar las bondades con las que te he dotado: Te otorgué la matemática, herramienta que permite develar los signos secretos de la naturaleza y, de este modo, llegar a dominarla. Te concedí la lengua, y la capacidad de formular transgresores delirios con ella. Gracias a mi te haz desenvuelto con suma ligereza en las transacciones comerciales; te enseñé a trocar plata por oro y bronce por hierro. 
Me puedes acusar de ser la arquitecta del laberinto de tus miedos, y no me lavaré la culpa. Yo sólo quise dotarte de certezas para que puedas atravesar de la forma menos lastimera este páramo hostil y abyecto bautizado existencia. 
En la Ilustración me sublimaste a la categoría de Diosa de la Comprensión, haciéndome creer que era todopoderosa. Tú también abusaste de mí. Me convertiste en el cómplice deuteragonista de tus bombas atómicas y de tus genocidios insufribles. Y, a pesar de todo, yo sigo fiel, como una madre que aguarda desvelada la vuelta de su primogénito de una parranda dionisíaca. Pero tú te empecinas en ser huérfano; me dices que quieres buscar a tu padre, el instinto. Anda, ve y encuentra a ese juglar cándido y jovial, a ese loco que nada premedita y que se deja arrebatar por sus impulsos primarios. Ve, y arrójate al vacío de lo incierto.                                         
                                                   Firma,
                                                              La razón.

Guido Ondarts.

viernes, 20 de enero de 2012

Bajo las leyes aleatorias del delirio
bajo el azar que se agita en el destino
bajo un presente que despliega
su capullo eternamente

somos niños columpiándose
en las plazas infantiles
desde el tobogán de la certeza
hacia la zona de juegos desconocida





Valentino Terrén Toro

"Un algo"

Había una vez una vez, un algo, un algo siniestro y onírico.

Habías dos veces una vez, dos algos, un algo que le irritaba y le enervaba el otro algo senil y devastado.

Había tres veces dos veces, seis algos, aglomerados y apretaditos, intentando a empujones ocupar cómodamente las seis veces.

Había seis veces cinco veces, treinta algos, recontrasfixiados por la superpoblación, que empezaron a practicar canibalismo de algos.

Dos veces estaban tan repletas de algos que una vez devolvieron cinco algos de tan abrumadas que estaban una vez.

Una vez, un algo, triste de ser un algo más entre los treinta, decidió ser algo más ocho veces. Los otros veintinueve algos, recelosos, lo arrastraron hasta la plaza de la posibilidad y lo lincharon, reduciéndolo cinco veces más a un algo más diminuto del algo que era.



Guido Ondarts

lunes, 2 de enero de 2012

El arrojo hacia nuestro incierto

Tengo que dar un paso en el vacío. La incertidumbre es mi itinerario. Mi brújula es el presente en acto. El aire extranjero me conviene, lo conocido es asfixiante. Voy a ver que cara pongo cuando vea la cara de mi abismo sonriéndome. Respondo con una voz desconocida, una vibración que siempre fue el eco de mi vida: el corazón. Mis manos, sabias conocedoras de mí, me acompañan destapándome, desnudándome tiérnamente.
Me voy a ver que pasa conmigo. A vivirme o a morirme si así se supone.

Que los magos me despierten de este sueño maravilloso en decadencia, con sus engranajes oníricos oxidados, para despertar en ese mundo que vislumbro cuando escribo poesía, le doy un beso a una mujer perfumada, o alzo mi voz a la tierra.

Que los magos me despierten para no dormirme nunca.

                                                                                                                                                              
    .El infinito ha parido una galaxia de criaturas lumínicas que se han cruzado en mi sendero cósmico. La alegría y la serenidad han sido las huellas de mi caminar ingenuo. La risa se ha emborrachado de tanta diversión, y este año me ha derrochado una particular devoción.Parto hacia lo desconocido, hacia más allá del límite donde ya no hay límite posible. Parto hacia nuevas culturas, hacia nuevos horizontes, hacia hombres y mujeres que cocorean palabras extrañas, hacia humanos que formulan ideas distintas a las mías, hacia soles nostálgicos de tantas lunas perseguidas y nunca alcanzadas. Parto, y al decir estas sílabas, me parto a mi mismo, será un antes de este Guido y un después de este Guido. Parto para volver revitalizado.
Hasta pronto, incógnitas del ciberespacio...
Valentino Ondarts y Guido Terrén Toro